Epílogo

Si bien este libro ha tratado diversas temáticas afectadas por el ocultamiento mediático, hemos dado mayor protagonismo a los testimonios sobre la crisis sanitaria, por ser los que hiperemplearon a la I.A. de la censura, descubriéndonos hasta qué punto temen, sus controladores, la libertad de expresión e información. Sin embargo, el lector perspicaz habrá concluido que todos los abusos denunciados en estas páginas están relacionados. Tanto es así que, como en la escena del dominó en la película “V de Vendetta”, cuando una de las piezas caiga, caerán todas las demás. De los gerifaltes que afirman cada pieza de esta colosal mentira se encargarán fuerzas apropiadas y equivalentes. A los obreros de a pie nos toca otra misión en paralelo: compensar el silenciamiento y la desinformación exhibiendo otros puntos de vista, a fin de que los ignorantes se conviertan en avisados y los avisados, finalmente, seamos despiertos. No obstante, en esta contingencia, muchos nos hemos sentido impotentes a la hora de infundir a nuestros seres queridos el espíritu que nos llevó a cuestionar la narrativa oficial y descubrir otra realidad más conectada con las leyes naturales. Ha sido como estrellarse contra un muro de hormigón. A veces no encontrábamos las palabras; otras, nos ganaba la impaciencia y la vehemencia; de repente nos enmudecía el temor a ser rechazados o ridiculizados; y al final, siempre nos quedaba la frustración de no haber podido siquiera contagiar algo de curiosidad por indagar esas fuentes de información científicas marginadas por los medios masivos.

 

Muchos nos preguntamos con preocupación ¿y si lo entienden cuando ya es demasiado tarde? Les invito desde aquí a reflexionar algo: ¿Somos responsables de las decisiones del otro? Pensemos que el criterio del otro pasa, a menudo, por una costumbre muy instaurada en la mayoría de hogares, como es ver la televisión todo el día. Presumen, como si fuera un gesto de madurez intelectual, de ver la tele solo por los noticieros, “para estar informados”. Otros por “las películas, las series o los documentales”, creyéndolos contenidos más neutrales e inofensivos. Olvidaron que, cuando los occidentales inventaron la radio, de inmediato la llevaron a los indígenas americanos para usarla como instrumento de programación de su inconsciente y vencerlos desde adentro. Así, sumada al espejo y al alcohol, entregaron el “regalo” con que el indio destruiría su propia cultura y asumiría otra sin oponer resistencia. Hoy sólo se ha sofisticado el aparato manipulador, pero sospecho que muy poco de lo que se proyecta en TV es inocente.

 

Por alguna desconocida razón, hay un porcentaje de la humanidad que decidimos apagar definitivamente la “caja tonta” y provocar, con ello, un sismo en nuestra conciencia. Ese simple gesto derribó el escenario de miedo y consumismo con que nos dirigieron, develando las raíces de unos seres poderosos, creadores y autosuficientes, como lo fueron nuestros ancestros en tiempos remotos. En cambio, misteriosamente, a otros humanos no les pasó lo mismo. La actual crisis solo ha puesto de manifiesto la existencia de distintas velocidades en el proceso de emancipación humana respecto a los controladores.

 

¿Qué vamos a aprender de todo esto? Yo he aprendido que no podemos recorrer el Camino de Santiago, volver a casa y tratar que nuestra gente asimile lo que significa esa experiencia, solo con nuestro relato, por muy apasionado que éste sea. Les puedes mostrar fotografías, vídeos, audios e incluso podrán viajar a Santiago de Compostela en auto y, con todo, jamás comprender la conmoción del peregrino. Algunos hemos llegado al actual discernimiento después de una trayectoria de años, no sólo de formación, sino también de crisis personales, cuestionamiento de paradigmas, de búsquedas, de pérdidas y una ardua labor de autoconocimiento. Una escuela sin títulos a la que no todo el mundo asiste. Probablemente porque su misión en la vida era otra: por ejemplo, ser incansables trabajadores y buenos proveedores, no sólo de víveres, sino de emociones, experiencias y de los obstáculos que otros debíamos superar para pasar de nivel en nuestra apuesta por no morir idiotas. Esos familiares y amigos a quienes, con cierta soberbia, llamamos “dormidos” nos están revelando nuestras propias asignaturas pendientes: a saber, esa necesidad de salvar al otro tomando por él una decisión que corresponde a cada cual y que le conllevará, además, un invaluable aprendizaje. ¿Que esa lección le puede costar la vida? Tal vez. Pero ¿hasta qué punto amas la libertad, tuya y suya? También ellos piensan que, al rechazar la vacuna, te expones a una muerte casi segura. “¡Prefiero que me mate el virus!” proclamamos algunos con cierta temeridad, obviando el poder del decreto. Nosotros podemos creer que no hay un virus tan peligroso, pero ellos no. Ellos están convencidos de que lo hay, que es mortal y que podemos morir por nuestra tozudez. Su emoción y la nuestra son idénticas: mismo temor, mismo amor. Y, sin embargo, nos atrincheramos en frentes opuestos, lanzándonos todo tipo de improperios. Creo que ya es hora de trascender eso.

 

¿Respetar su opción significa no hacer nada? En absoluto. Porque sabemos que hay fuerzas oscuras hiperactivas en la dirección contraria, azuzando el fuego de la confusión y el terror. Si estamos aquí y sabemos lo que sabemos, no podemos callar. Debemos entregar la información, dejarla lo más cerca posible de su alcance e invitarlos a consultarla antes de decidir. Pero sin imponerla. Lo que no nos compete es decidir por nadie ni reprocharle que elija la peor opción. Es difícil, porque implica un desgarrador desapego. Pero ese es el precio de nuestro amor a la libertad.

 

Donde debemos dirigir nuestros cañones y ejércitos es donde duele a los de arriba: al centro de la insensatez y arbitrariedad que ofrecen como verdad empírica sin prueba alguna, inoculada en el inconsciente colectivo solo a base de repetición obsesiva por los medios. Contra ello, disparamos información veraz y fundamentada, investigaciones profundas, evidencias contundentes, argumentos sustentados por el método científico y voces respaldadas por un currículo que el propio sistema acreditó. Lo hacemos en papel, para que nadie te robe, con un clic de teclado, tu sagrado derecho a informarte. Este documento no dinamitará los cimientos del estado profundo, pero sí representará una piedra en su zapato y un barrote menos en la celda de sus prisioneros, ofreciendo un resumen de lo que necesitan saber para salir de ella, SI ASÍ LO DESEAN.

 

Quienes creemos que la consciencia, como energía que es, trasciende el cuerpo, podemos entender que, quizá, muchas almas hayan decidido desencarnar en este momento y han elegido hacerlo de esta forma, virus, mascarilla o vacuna mediante. A la luz de tanto indicio sociopolítico, económico, geológico y climático, sabemos que se avecinan cambios tan extremos que, tal vez, muchas almas los encuentran insoportables para la personalidad que habitan, o bien, no estaba en su cuaderno de tareas exponerse a ellos, por tanto, deciden que ya vivieron lo suficiente en este plano. Y están en su derecho. Al fin y al cabo, lo de morirse no es para tanto. No obstante, también hay escépticos más abiertos, que albergan dudas, pero les falta tiempo y acceso cómodo a una información confiable. Por ellos luchamos con la ecuánime arma de la palabra escrita en un libro, inmune al ataque digital, perdurable y transferible como precioso objeto de regalo. “Sin Censura To You” quiere resolver la dispersión del mensaje alternativo, contener a sus mejores representantes y ser vector de contagio del conocimiento, abriendo una grieta en el discurso único, ampliando el abanico de respuestas y mejorando, con todo, la calidad de nuestra libertad. Sus creadores, al menos, no son sospechosos de trabajar a sueldo de intereses ocultos, pues muchos de ellos se han expuesto, no sólo a perder pingües estímulos económicos, sino a recibir sanciones, amenazas y escarnio de colegas, autoridades y medios. Eso, para mí, los hace, no solo más creíbles, sino dignos de admiración.

 

Usemos esta obra, pues, como vehículo pacífico de un mensaje al servicio, principalmente, del amor, la justicia, la libertad y la soberanía. 

 

 

 

La editora.